Nuestro suelo vibra constantemente bajo nuestros pies. De forma constante micro terremotos se suceden, pero al no repercutir sobre nuestro entorno, ni notarlos con nuestros 5 sentidos, no son preocupantes. Pero ese lenguaje que la Tierra emite con dichas vibraciones puede predecir con antelación un posible movimiento más violento de la Tierra. Para leer dicho lenguaje de la tierra, ingenieros de todas las épocas han ideado aparatos cada vez más sofisticados y precisos: los sismógrafos.
Actualmente se utilizan 3 tipos de sismógrafos: los mecánicos, que se rigen por los mismos principios de péndulo desde 1880, siguen siendo muy usados en las zonas del mundo con presupuesto limitado para tecnología, los electromagnéticos y los más avanzados llamados de banda ancha (ambos parten del principio del péndulo pero con variaciones).
En el mecánico, el sismómetro detecta el movimiento, unas palancas lo amplifican y los típicos rodillos de papel lo registran en forma de las conocidas dientes de sierra. El electromagnético, aunque se utiliza el mismo principio que el mecánico, cambia en que el desplazamiento de la masa genera electricidad al mover una bobina dentro de un campo magnético colocando un imán. Al producirse movimiento en el suelo, se genera corriente en la bobina proporcional al movimiento del suelo. Un galvanómetro amplifica el movimiento y pasa al registro en papel. Con este sistema, se puede reducir los más de 1200 Kgs. que pesan la mayoría de los mecánicos.
Toni Ferrando.