Cuando se habla de energías limpias, la imagen que suele venir a la mente son campos de paneles solares, enormes parques eólicos o reactores nucleares trabajando de forma silenciosa y sin emitir gases de efecto invernadero. Sin embargo, tras cada megavatio generado se esconde una realidad menos visible: la enorme cantidad de minerales y materiales críticos que hacen posible esa transición.
Expertos como Alfredo García, operador de reactor y divulgador científico, lo recuerdan con frecuencia: la transición energética no solo necesita tecnología, también necesita minería. Y no poca.
Un consumo mineral muy desigual
Las cifras hablan por sí solas. Una central de gas natural requiere menos de 1 tonelada de minerales por megavatio instalado. Una planta de carbón, unas 2 toneladas. En cambio, la eólica terrestre ronda las 10 toneladas, la marina asciende a 15 toneladas, y una planta solar fotovoltaica supera las 6 toneladas. La nuclear se sitúa en torno a las 5 toneladas.
La diferencia está ligada a la densidad energética de cada tecnología. Las renovables como el sol y el viento son recursos intermitentes y dispersos: para aprovecharlos se necesitan grandes infraestructuras distribuidas, lo que implica más acero, cobre, silicio, níquel o tierras raras por unidad de electricidad entregada. La nuclear, en cambio, produce electricidad continua durante décadas, con menor ocupación de suelo y menor huella material por megavatio/hora generado.
Dependencia geográfica y riesgos geopolíticos
El acceso a estos recursos no es uniforme. La República Democrática del Congo concentra casi el 70 % de la producción mundial de cobalto, esencial para las baterías. China controla más del 60 % de las tierras raras y más del 70 % del procesamiento de litio y grafito. Chile produce más de una cuarta parte del cobre mundial, mientras que Indonesia y Filipinas dominan el níquel y el cromo, respectivamente.
Este nivel de concentración genera vulnerabilidades. Los minerales críticos podrían convertirse en un nuevo “petróleo del siglo XXI”, sujetos a la volatilidad de precios, tensiones geopolíticas y riesgos de suministro que ya conocemos de los hidrocarburos.
El impacto ambiental de la minería
Aunque se hable de “energía verde”, la extracción de sus materiales esenciales no siempre lo es. La minería de cobre, cobalto o tierras raras deja tras de sí toneladas de residuos, aguas ácidas y metales pesados que contaminan ríos y acuíferos.
Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), para obtener una sola tonelada de cobre, en promedio, se deben procesar unas 200 toneladas de roca. En el caso del cobalto, el cálculo asciende a unas 1.500 toneladas de mineral por cada tonelada útil. Además, los yacimientos de alta calidad son cada vez más escasos, lo que obliga a excavar más material para extraer la misma cantidad de recurso, con mayores costes energéticos y ambientales.
La advertencia de los organismos internacionales
El Banco Mundial ya alertó en 2017: “un futuro tecnológico verde será intensivo en materiales y, si no se gestiona adecuadamente, podría contradecir los esfuerzos por alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible”.
La AIE, en su informe de 2021 sobre el papel de los minerales críticos en la transición energética, advirtió que la demanda de estos recursos se triplicará de aquí a 2040 en su escenario de desarrollo sostenible. Y subrayó un dato clave: los vehículos eléctricos requieren seis veces más minerales que un coche de combustión.
El caso de los vehículos eléctricos y las baterías
Las baterías de ion-litio se han convertido en el corazón de la movilidad eléctrica y del almacenamiento energético. Su composición varía, pero todas dependen de minerales como litio, níquel, cobalto, grafito y manganeso.
La AIE calcula que, en el escenario sostenible, la demanda de litio crecerá 43 veces hasta 2040, la de níquel unas 40 veces, y la de grafito unas 25 veces. El cobre, indispensable para cables y motores, multiplicará por 28 su consumo.
A ello se suman los retos del reciclaje: mientras que el cobre, el acero y el aluminio cuentan con sistemas de recuperación consolidados, menos del 1 % del litio y de las tierras raras se reciclan actualmente.
Nuclear y renovables: huellas materiales distintas
Comparando las tecnologías, la nuclear, junto con la hidroeléctrica y la biomasa, presenta bajas necesidades de minerales críticos. En cambio, la solar y la eólica lideran la demanda, especialmente la marina, por su complejidad tecnológica y mayores requisitos de cobre, tierras raras y acero para estructuras en alta mar.
Esto no resta valor a las renovables, que son esenciales para un futuro descarbonizado. Pero sí exige un debate honesto: la descarbonización no es gratis en términos materiales. La clave está en gestionar la minería de forma responsable, fomentar el reciclaje y diversificar las fuentes de suministro.
La expansión de las redes eléctricas
A la ecuación se suma un factor adicional: las redes. Hoy existen más de 70 millones de kilómetros de líneas eléctricas en el mundo, que contienen unos 150 millones de toneladas de cobre y 210 millones de toneladas de aluminio.
La transición energética, con más solar y eólica distribuidas, exige duplicar la capacidad de las redes de aquí a 2040, lo que implica millones de toneladas adicionales de estos metales. El cobre seguirá siendo clave para cables subterráneos y submarinos, mientras que el aluminio, más ligero, se usará en líneas aéreas.
Hidrógeno y nuevos consumos
La apuesta por el hidrógeno verde traerá consigo más demanda de níquel y zirconio para electrolizadores, además de platino y paladio para pilas de combustible. Aunque su peso en la demanda total de minerales será menor que el de las baterías, se trata de materiales caros y concentrados en pocos países.
Retos sociales y de derechos humanos
En países como la RDC, la minería de cobalto está asociada a explotación laboral y uso de mano de obra infantil. Los riesgos sociales se suman a los ambientales, y suponen un desafío ético para las cadenas de suministro de las tecnologías limpias.
La importancia del reciclaje
El reciclaje se perfila como parte de la solución, aunque no suficiente. Según la ONU, más del 75 % del aluminio producido en la historia sigue en uso gracias a su capacidad de ser reciclado. Sin embargo, otros materiales críticos tienen concentraciones tan bajas en los productos finales que su recuperación no resulta viable desde el punto de vista económico.
Conclusión: un futuro limpio, pero no ligero
El despliegue de energías limpias es irrenunciable para mitigar la crisis climática. Pero implica reconocer que la transición energética es intensiva en materiales y que los minerales críticos se han convertido en la nueva pieza estratégica de la economía global.
La verdadera sostenibilidad no solo pasa por generar electricidad sin CO₂, sino también por garantizar que los cimientos minerales de esa electricidad se extraigan, procesen y reciclen con responsabilidad.
Preguntas frecuentes (FAQ)
1. ¿Qué son los minerales críticos en la transición energética?
Son recursos como litio, cobalto, níquel, tierras raras o cobre, esenciales para fabricar paneles solares, turbinas eólicas, baterías y redes eléctricas.
2. ¿Por qué las renovables necesitan más minerales que las tecnologías fósiles?
Porque su menor densidad energética obliga a desplegar más infraestructura distribuida, lo que requiere mayores cantidades de acero, cobre, silicio o tierras raras por unidad de energía.
3. ¿Qué país controla más recursos críticos?
China lidera la extracción y procesamiento de tierras raras y litio, mientras que la RDC domina el cobalto y Chile el cobre.
4. ¿Es posible un reciclaje masivo de estos minerales?
En algunos casos sí, como el aluminio o el cobre. Pero en litio o tierras raras los procesos aún son costosos y poco eficientes, lo que limita su recuperación a gran escala.
vía: iea.org y world-nuclear.org