De todos los filósofos alemanes ilustres, Ludwing Wittgenstein es quizás el menos conocido. Su biografía se puede encontrar sin demasiada dificultad, pero más que hablar de lo que todos hablan, quería hacer una reflexión sobre el filósofo que más me ha “sorprendido” en tan poco volumen escrito. Porque, que yo sepa, sólo una obra terminada nos ha llegado de él: el Tractatus logico-philosophicus.
Antes que nada, me gustaría comentar que esta obra, el Autor la escribe en una de las trincheras en plena 1ª Guerra Mundial. 18 páginas donde sintetiza de forma magistral todo el saber filosófico y, como un “visionario”, nos describe esa carencia que el lenguaje tiene con respecto a la comunicación de nuestros sentimientos. La parte empírica de sus reflexiones son las que convencen a sus contemporáneos, e incluso “bautizan” una corriente llamada neopositivismo. Pero paradójicamente, lo más místico será lo que realmente llame la atención, es decir la pura contradicción entre sus afirmaciones empíricas y su parte mística del “silencio”, de la afirmación de que la carencia del lenguaje, se debe suplir con el silencio y que no por silenciar una respuesta signifique ignorancia.
Toni Ferrando.