Los últimos materiales sintéticos derivados del vidrio, polímeros, adhesivos de gran resistencia, como las siliconas, etc., permiten hoy en día la construcción de acuarios comparables a lagos artificiales, por su extensión y capacidad de líquido. Estos grandes acuarios se pueden visitar en zoológicos, museos naturales, áreas como el Acuario de Georgia (Atlanta, EEUU.), que se considera el más grande del mundo, y pueden tomar estos acuarios las formas más inesperadas, como el de Aquadom en Berlín, que aparece en forma de cilindro y suspendido a bastante altura. El Oceanográfic de Valencia es el mayor de Europa.
Pero tenga el tamaño que tenga, un acuario necesita un mantenimiento idéntico en todos ellos, y tenemos que saber diferenciar los de agua dulce con los de mar y conocer qué temperatura es la correcta para los animales que queramos cuidar.
Para los de agua dulce, debemos vigilar por ejemplo, que no contenga demasiado cloro y una concentración salina que no supere el 0.5 %. Simula el fondo marino de los ríos. El de agua salada debe tener una concentración salina del 5 al 18 % para simular los fondos oceánicos y de mares. Y según la especie que alberguemos, mediremos la temperatura con los instrumentos que en cualquier tienda disponen. Una temperatura ideal está entre los 15º y 22º para la gran mayoría de especies. Si no queremos cambiar continuamente el agua, debemos simular una oxigenación, para ello podemos adquirir una bomba de diafragma o el recirculador tipo Venturi. El suelo se puede cubrir de grava fina y adornarlo con objetos que simulen el ambiente que queramos recrear. También la posición del acuario es importante: intentaremos que la luz no se dirija directamente sobre nuestro acuario.
Toni Ferrando.