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«Perruqueria», que si no, no me van a entender

Hoy en Mentes Curiosas…¡Huy, perdón!: Avui a Mentes Curioses tenim el plaer de … ¿Qué? ¿que no me entienden? Bueno, escribiré en castellano, porque es mi lengua materna, porque es con la que me siento seguro, porque es la que gana en vocabulario en mi registro mental, porque llevo 30 años escuchándolo y 27 practicándolo y porque podría seguir dando cientos de razones de por qué hacerlo. Sin embargo, vivo en Barcelona, una ciudad preciosa que me abrió las puertas y en la que desde que me establecí y empadroné aquí me ha dado la misma seguridad en todos los aspectos (incluso en el lingüístico).

Sin embargo hay algunas cosas que, a mi parecer, fallan; algunas cosas que me hacen enfadar y sentir mal (seguro que como cualquier otra persona que viva en otra ciudad encontrará cosas que no sean de su agrado). Amo la lengua como vehículo de comunicación, es algo esencial para el entendimiento, por ello estoy tratando de convertirme, con mucho esfuerzo, en experto de ella.

Estoy más que a favor de la diversidad lingüística de cualquier país y, es más, siempre dije que me hubiera encantado desde pequeño aprender catalán, euskera, gallego, francés (además del inglés) o cualquier otra lengua que me sirviera para ampliar mis conocimientos en lugar de haber estado sometido a asignaturas como religión (católica, claro), que lo único que hizo fue retrasar todas esas horas de estudio de cualquier idioma útil. (Sigue leyendo la opinión tras el salto).

A mis treinta y pocos años de edad lo estoy haciendo, aprendo catalán básicamente por mi interés en la filología, y lo disfruto. Sin embargo, hay veces que los que mueven los hilos desde más arriba me ponen muy furioso, y creo que no es por algo político, ¡qué va!;  mis enfados puntuales vienen cuando se atenta a la libertad que uno tiene de expresar, sobre todo porque vivo en una comunidad autónoma donde hay dos idiomas oficiales: el catalán y el castellano.

Es por ello que me parece algo absurdo la persecución que se hace a los comercios que anuncian sus servicios en un idioma que no es el catalán. Si estamos en una ciudad donde comunacarse en castellano o en catalán es posible, ¿por que uno no puede rotular el anuncio de su negocio si le apetece en castellano? ¿por qué esa persecución a los locales que escriben «peluquería» en lugar de «perruqueria«, o «jamones» en lugar de «pernils»?

No lo concibo, se escapa de mi entendimiento, en primer lugar porque ambos idiomas son oficiales y ambos rótulos deberían ser aptos, en segundo lugar porque si nos ponemos a analizar las cosas, Barcelona es una ciudad que, como Madrid, está repleta de gente de otros lugares del país o del extranjero, y en tercer lugar, no lo concibo porque me parece una total falta de respeto al ciudadano, una mordaza que impide la expresión. ¿Acaso yo no puedo abrir una academia de inglés y anunciarme en inglés si me apetece? ¿Acaso hay algo más extravagante que un restaurante de comida árabe con un rótulo en catalán?

Por favor, estamos en una ciudad que presume de liberal porque puede (eso es verdad), porque se lo ganó a pulso en su día, así que no tiremos todo por los suelos prohibiendo cosas, a mi parecer,  ridículas. Sigamos avanzando hacia la pluralidad y no encerrándonos en algo que hace sentir mal a mucha gente. Pero claro, todo esto no es más que la humilde opinión de un estudiante de lengua y literatura extranjera.

Para los lectores que no estén al tanto de esta ley que obliga a los comercios a poner como mínimo en catalán sus rótulos, les invito a leer este artículo.

«Saludos y gracias por leernos»,  o lo que es lo mismo, «salutacions i gràcies per llegir-nos».

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