Y el Belén nació

Tenemos costumbres que conocemos de nuestros abuelos y ellos de los suyos  y pueden remontarse a¡ dios sabe cuándo! Tu, sabrias decir cuando se hicieron los primeros belenes.

Si recuerdas algo de lo que estudiaste en historia, recordarás que la representación de figuritas de terracota han sido encontradas desde la prehistoria. Es una necesidad humana representar aquello en lo que creemos y la religión siempre ha representado uno de los temas iconográficos más relevantes en nuestra trayectoria sobre el planeta.

El origen de esta tradición la encontramos en Italia y su protagonista San Francisco de Asis. Año 1223, castro de Greccio, , San Francisco de Asis quiso reproducir, un segundo Belén, con el buey y el asno, sirviéndose de una cueva en plena naturaleza y en el corazón de la noche. No sólo quiso reproducir visiblemente el acontecimiento de Belén, quería también que los asistentes participaran en esta celebración y que  les impulsara una fe más profunda.

En la Vida primera, escrita por Tomás de Celano en 1228, el primer biógrafo de san Francisco describe con entusiasmo cómo celebró San Francisco, la Navidad del año 1223  (1 Cel 84-86). San Buenaventura se baso en Tomás de Celano para narrar, de forma más breve, el mismo acontecimiento en su Leyenda Mayor, escrita en 1262 (LM 10, 7). Os dejo el relato de San Buenaventura.

Relato de San Buenaventura (LM 10,7)

Tres años antes de su muerte se dispuso Francisco a celebrar en el castro de Greccio, con la mayor solemnidad posible, la memoria del nacimiento del niño Jesús, a fin de excitar la devoción de los fieles.

Mas para que dicha celebración no pudiera ser tachada de extraña novedad, pidió antes licencia al sumo pontífice; y, habiéndola obtenido, hizo preparar un pesebre con el heno correspondiente y mandó traer al lugar un buey y un asno.

Son convocados los hermanos, llega la gente, el bosque resuena de voces, y aquella noche bendita, esmaltada profusamente de claras luces y con sonoros conciertos de voces de alabanza, se convierte en esplendorosa y solemne.

El varón de Dios estaba lleno de piedad ante el pesebre, con los ojos arrasados en lágrimas y el corazón inundado de gozo. Se celebra sobre el mismo pesebre la misa solemne, en la que Francisco, levita de Cristo, canta el santo evangelio. Predica después al pueblo allí presente sobre el nacimiento del Rey pobre, y cuando quiere nombrarlo -transido de ternura y amor-, lo llama «Niño de Bethlehem».

Todo esto lo presenció un caballero virtuoso y amante de la verdad: el señor Juan de Greccio, quien por su amor a Cristo había abandonado la milicia terrena y profesaba al varón de Dios una entrañable amistad. Aseguró este caballero haber visto dormido en el pesebre a un niño extraordinariamente hermoso, al que, estrechando entre sus brazos el bienaventurado padre Francisco, parecía querer despertarlo del sueño.

Dicha visión del devoto caballero es digna de crédito no sólo por la santidad del testigo, sino también porque ha sido comprobada y confirmada su veracidad por los milagros que siguieron. Porque el ejemplo de Francisco, contemplado por las gentes del mundo, es como un despertador de los corazones dormidos en la fe de Cristo, y el heno del pesebre, guardado por el pueblo, se convirtió en milagrosa medicina para los animales enfermos y en revulsivo eficaz para alejar otras clases de pestes. Así, el Señor glorificaba en todo a su siervo y con evidentes y admirables prodigios demostraba la eficacia de su santa oración.

Si queréis conocer el relato de Tomás de Celano en 1228 y otros más ir a franciscanos.org/enciclopedia/navidad.

muri, un beso.

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