El poder de impertinencia en las redes sociales

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En los tiempos que corren, es casi imposible no pertenecer a una red social de las tantas que inundan internet. Tener una cuenta en grupos como Facebook, MySpace o Twitter se ha convertido ya en algo básico y de moda para la mayoría de los usuarios de la red de redes. Si bien es verdad que a través de ellas uno puede interactuar con otras personas, compartir información o mostrar las fotografías del último viaje a Las Vegas, hay veces que uno rechaza y llega a detestar el uso abusivo de estas redes sociales a causa de la impertinencia de los «amigos» o «seguidores»,  por no hablar del derroche de chismorreos varios que se propagan desde y por allí. Pero como todo en esta vida, un uso inteligente de las mismas le pueden aportar a uno (menos mal) interesantes, curiosos y hasta divertidos momentos.

Por supuesto, para opinar sobre estos clubes on-line y saber cómo funcionan, es imprescindible pertenecer a alguna de ellas. Soy usuario de algunas redes sociales y aunque a veces me hacen pasar buenos ratos, hay otras que me hacen enfurecer de manera superlativa. Hacer un uso adecuado de estos sitios es primordial para no convertirlas en armas de doble filo. Es verdad que cuando cuelgas alguna fotografía o comentas lo que estás haciendo en ese momento, estás compartiéndolo con las personas que siguen tu perfil, pero eso no es motivo para que se opine sin pensar y, mucho menos, hacerlo de forma negativa.

Tengo compañeros en estas redes con los que estoy absolutamente de acuerdo, y es que odio cuando compartes una canción, por ejemplo, en el muro de tu perfil de Facebook, y viene algún listo de turno a decirte cuánto odia a ese cantante, cuánto odia la música que hace o de qué manera quemaría sus discos. ¿Cómo se atreven? Por mucha red social que sea y por mucha facilidad para comentar y opinar que tengamos en estos sitios, no me agrada nada saber la opinión que te merece un grupo que a mí me fascina. Y es que, esa es «mi casa» cibernética, pero mi casa, y cuando uno está en su casa puede hacer lo que le plazca y nadie ha de venir a decirme que el cuadro que preside mi salón es tan horrible que lo haría añicos. En una entrada aparecida esta semana en Mentes Curiosas, muy sabiamente dice mi compañero Rubén Gallardo que en en la redes sociales encuentras «buena[s] excusa[s] para decir cosas que [uno] no se atrevería en una situación real» y esto es una verdad como un castillo, aunque visto lo visto y experimenteada la mala educación de la gente, ya no me extrañaría nada que alguien viniera a casa y me dijera lo horrible que es la música y el café que le ofrezco.

De todas maneras, la sociedad  avanza (aunque muchas veces sea para atrás) y hemos de modernizarnos también con estas herramientas interactivas, pues pueden ofrecerno mucho. La cuestión aquí es el saber usarlas bien, como cualquier otra herramienta que tenemos por casa.

En el siguiente vídeo puedes ver cómo funcionan estas redes explicado de una manera muy sencilla:

[Video]http://www.youtube.com/watch?v=6a_KF7TYKVc[/video]

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