Odio el calor, el verano y todo lo que este conlleva. El que me conoce lo sabe y, tengo el anhelo y la esperanza de que las temperaturas bajen dentro de poco tiempo. Espero que una nueva Pequeña Edad de Hielo (PEH) tenga lugar en los próximos años, disfrutar de lo que el invierno nos ofrece durante un largo tiempo y no sufrir más en los dilatados y pesados veranos que estamos viviendo en los últimos años. He de admitir también que me gustaría que esto ocurriera pero, evidentemente, sin las negativas causas que produjo esta hasta casi terminar el siglo XIX.
Entre los años 1150 y 1460, Europa experimentó un descenso general bastante brusco en las temperaturas y entre 1560 y 1850, el clima del continente fue muy frío y además acarreó graves consecuencias a los habitantes del mismo. Las bajas temperaturas impactaron en agricultura, salud, economía e incluso en el mundo del arte y literatura.
Durante los períodos más fríos de la Pequeña Edad de Hielo (PEH) en Inglaterra, por ejemplo, la estación de crecimiento de cosechas fue más corta, durando esta entre uno y dos meses. Comparando este dato a la duración de la estación primaveral actual, podemos hacernos una idea de las escasas cosechas de aquel entonces. El sector de la agricultura fue uno de los más afectados en todo el continente en este período glacial, donde las nevadas y las lluvias ayudaban a que algunos parásitos terminaran con las pobres cosechas. El período de la PEH, incluso ofreció un «año sin verano», el de 1816.
El impacto que la PEH causó en los Europeos, como hemos mendionado más arriba, fue reflejado especialmente por el hambre, el cual mató a millones de personas. El frío extremo y los veranos húmedos propiciaron la aparición de una enfermedad en nuestro continente que respondía al nombre de El Fuego de San Antonio. Pueblos enteros sufrieron convulsiones, alucinaciones, gangrena en las extremidades e incluso la muerte. El grano mal almacenado y mezclado con la fríoa humedad del tiempo, podía desarrollar un tipo de hongos, lo cuales podían fermentar lo suficiente para producir efectos similares a los del LSD.
Además de esta enfermedad, se produjeron diversas clases de epidemias. En Inglaterra corrió un virus de gripe que arrasó con familias enteras y La Peste Negra fue producida esencialmente por la falta de nutrición en Europa. La malaria fue otra de las epidemias que arrasaron Inglaterra, quedando mencionada incluso por autores como Shakespeare en alguna de sus tragedias.
En cuanto a la economía, el precio de los productos en general sufrieron un aumento ya que la dificultad de producción de estos aumentó, así como la pérdida de granjas a causa de las lluvias y el crecimiento de los glaciales, lo que creó un decrecimiento en los ingresos de impuestos en la propiedad. Además, el sector pesquero se vio en peligro durante treinta años.
Pero esta época también tuvo su impacto en la rama del arte y la literatura, regalandonos maravillos obras que ya se han convertido en clásicos. El gran cambio de temperatura y el año sin verano, hizo que los artistas pasaran largos ratos al lado del fuego, lo que sirvió de inspiración para una gran parte de ellos. Mary Shelley, por ejemplo, se inspiró en estos parajes helados que sirvieron de escenario en numerosos pasajes de su obra cumbre Frankenstein; y su amigo Polidori haría algo semejante con El Vampiro. Ambos se encontraba pasando el verano en Suiza, junto a Lord Byron, el cual propuso a los dos primeros «crear la historia de fantasmas más espeluznante jamás escrita», de ahí nació la obra maestra de Shelley y que seguramente tenga su espacio propio en esta casa dentro de poco tiempo. No todo iba a ser malo en la pasada Edad de Hielo.
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