Ludwing Wittgenstein

 

De todos los filósofos alemanes ilustres, Ludwing Wittgenstein es quizás el menos conocido. Su biografía se puede encontrar sin demasiada dificultad, pero más que hablar de lo que todos hablan, quería hacer una reflexión sobre el filósofo que más me ha “sorprendido”  en tan poco volumen escrito. Porque, que yo sepa, sólo una obra terminada nos ha llegado de él: el Tractatus logico-philosophicus.

Antes que nada, me gustaría comentar que esta obra, el Autor la escribe en una de las trincheras en plena 1ª Guerra Mundial. 18 páginas donde sintetiza de forma magistral todo el saber filosófico y, como un “visionario”, nos describe esa carencia que el lenguaje tiene con respecto a la comunicación de nuestros sentimientos. La parte empírica de sus reflexiones son las que convencen a sus contemporáneos, e incluso “bautizan” una corriente llamada neopositivismo. Pero paradójicamente, lo más místico será lo que realmente llame la atención, es decir la pura contradicción entre sus afirmaciones empíricas y su parte mística del “silencio”, de la afirmación de que la carencia del  lenguaje, se debe suplir con el silencio y que no por silenciar una respuesta signifique ignorancia.

 Llega tan convencido a esta hipótesis del silencio, que durante toda su vida se basará, filosóficamente hablando, en esas 18 cuartillas que escribe en la trinchera. Se publicará, mucho después de su muerte, un recopilatorio de pensamientos, llamado investigaciones filosóficas. Pero nada más terminar esas cuartillas, entre tiro y tiro, ya gritaba “¡eureka! Ya está todo dicho en filosofía”. Así que lo publicado en el año 1952 es como una corroboración de esa reflexión nacida entre los años 1917 y 1919.

 La verdad sea dicha, siempre me ha convencido el razonamiento de Wittgenstein. El ser humano, por mucho que evolucionemos tecnológicamente, moralmente, encontraremos una dificultad insalvable en nuestro lenguaje. No siempre encontramos la manera de expresar lo que realmente sentimos, nos falta vocabulario y hay algo más grave que repercute en nuestra situación de crisis actual: cuando se acaben las palabras, cuando no quede nada que decir vendrá el silencio, y tras el silencio… Mejor no pensarlo.

 

Toni Ferrando.

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