Gilles de Rais un monstruo del siglo XV

«Yo soy una de esas personas para quienes todo lo que está relacionado con la muerte y el sufrimiento tiene una atracción dulce y misteriosa, una fuerza terrible que empuja hacia abajo. (…) Si lo pudiera describir o expresar, probablemente no habría pecado nunca. Yo hice lo que otros hombres sueñan. Yo soy vuestra pesadilla.»

«Me gustaba ver correr la sangre, me proporcionaba un gran placer. Recuerdo que desde mi infancia los más grandes placeres me parecían terribles. Es decir, el Apocalipsis era lo único que me interesaba. Creí en el infierno antes de poder creer en el Cielo. Uno se cansa y aburre de lo ordinario. Empecé matando porque estaba aburrido y continué haciéndolo porque me gustaba desahogar mis energías. En el campo de batalla el hombre nunca desobedece y la tierra toda empapada de sangre es como un inmenso altar en el cual todo lo que tiene vida se inmola interminablemente, hasta la misma muerte de la muerte en sí. La muerte se convirtió en mi divinidad, mi sagrada y absoluta belleza. He estado viviendo con la muerte desde que me di cuenta de que podía respirar. Mi juego por excelencia es imaginarme muerto y roído por los gusanos.»

Son palabras textuales de un personaje histórico durante su enjuiciamiento, pero si te han parecido terribles, te han asqueado o lo has considerado un monstruo, te mostraré otra sección de lo que declaró durante su juicio.

«Yo, Gilles de Rais, confieso que todo de lo que se me acusa es verdad. Es cierto que he cometido las más repugnantes ofensas contra muchos seres inocentes —niños y niñas— y que en el curso de muchos años he raptado o hecho raptar a un gran número de ellos —aún más vergonzosamente he de confesar que no recuerdo el número exacto— y que los he matado con mi propia mano o hecho que otros mataran, y que he cometido con ellos muchos crímenes y pecados.»

«Confieso que maté a esos niños y niñas de distintas maneras y haciendo uso de diferentes métodos de tortura: a algunos les separé la cabeza del cuerpo, utilizando dagas y cuchillos; con otros usé palos y otros instrumentos de azote, dándoles en la cabeza golpes violentos; a otros los até con cuerdas y sogas y los colgué de puertas y vigas hasta que se ahogaron. Confieso que experimenté placer en herirlos y matarlos así. Gozaba en destruir la inocencia y en profanar la virginidad. Sentía un gran deleite al estrangular a niños de corta edad incluso cuando esos niños descubrían los primeros placeres y dolores de su carne inocente.»

«Contemplaba a aquellos que poseían hermosa cabeza y proporcionados miembros para después abrir sus cuerpos y deleitarme a la vista de sus órganos internos y muy a menudo, cuando los muchachos estaban ya muriendo, me sentaba sobre sus estómagos, y me complacía ver su agonía…»

Os habréis quedado sin habla o con una furia de las que queman por dentro, sin comprender como puede un ser humano llegar a ser tan insensible, como no puede surgir la compasión ante seres tan indefensos como son los niños.

Cómo puede ser que una persona llegue a disfrutar con el dolor ajeno, aun peor causando pánico, torturando a seres que nada le hicieron y que nada podían hacerle.

La historia completa es aún más terrible, pues fueron largos los años en los que se dedico a esta abominable práctica que podreís leer en el libro de Juan Antonio Cebrian «El Mariscal de las tinieblas» de donde han sido sacados los fragmentos del juicio.

Sucedió en la Francia del siglo XV, el psicópata,sádico  y asesino que llevo a cabo estos horribles crímenes contra niños indefensos se llamaba  Gilles de Montmorency-Laval, baron de Rais, llamado Gilles de Rais o conocido por el apodo de Barba azul, 1404-1440. Sea maldito su nombre y que se queme en los infiernos eternamente.

Si queréis un resumen de la vida de esta despreciable cosa con aspecto humano lo encontraréis en la wikipedia.

 

 

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