A pesar de nuestras quejas y nuestros reproches a esta sociedad, que aun nos manda a fregar los cacharros cuando ejercemos alguna profesión que se considera exclusivamente masculina, estamos en una situación realmente ventajosa con respecto a otras zonas del planeta. Gracias, claro está, a muchas mujeres anónimas que cambiaron previamente nuestro mundo
Esta es la conclusión a la que he llegado después de leer un artículo sobre el trabajo del periodista y escritor italoargentino Hernan Zin, Las mujeres que cambian el mundo.
Durante dos años, Hernan estuvo recogiendo información en África, Asia y América Latina de mujeres que trabajaban dura y diariamente haciendo frente a las desigualdades, la pobreza y la exclusión. Su intención es ayudar a las mujeres que las necesitan, pero con ello están logrando cambiar el mundo de la mujer en las sociedades en las que habitan.
Hernan Zin ha elaborado, con todo ello un libro en el que cada capítulo se centra en el trabajo realizado por una mujer concreta, antes anónimas, ayudando a mejorar las condiciones de vida de las mujeres.
Una de estas valientes mujeres es Eunice Mahlangu, que se ha dedicado a recoger huerfanos del SIDA en Sudáfrica.
O Urmi Basu cuyo trabajo es salvar cuantas más muchachas mejor de la explotación sexual en Calcuta.
También está Agnes Paregio en su labor de eliminar la mutilación genital.
Y así hasta diecisiete aunque hay muchas más.
En este trabajo Hernan nos habla de cifras. Cifras que no podríamos creer de no verlas escritas.
Las mujeres producen entre el 60 y el 80% de los alimentos en los países en desarrollo. Y el 50% en todo el mundo.
Si miramos la contribución que hacemos a la economía veremos que es del 25 al 30% del Producto Bruto Mundial.
Pero lo realmente triste, incomprensible y excluyente son que muchas de estas labores son invisibles pues ni son remuneradas ni se le consideran con valor comercial.
mury, un beso Mury.