Madrid ciudad de la muerte

La identificación de Madrid como «ciudad de la muerte» en los últimos años del siglo XIX se debieron a las elevadas tasas de mortalidad general e infantil.

Durante las últimas décadas del siglo XIX, a partir de 1880 y hasta1902, se superaron con creces las de otras capitales europeas , estas serán las fechas fatales donde la mortalidad superó ampliamente a la natalidad.

Las epidemias de cólera de 1834, 1854-56, 1865 y 1885 a pesar de que en este año no tuvo consecuencia catastróficas.

Mención especial merece el año 1890, en el que la viruela y la gripe se cobraron más víctimas que en cualquier otro brote epidémico. Es significativo el comentario de un columnista, en aquel año aciago de 1890, al aludir a «la ciudad triste», para referirse al Madrid de la muerte, al Madrid «que no ríe», al Madrid «sin aire, sin agua, sin luz».

Otras epidemias asolaron la Villa en la última década del siglo, la de sarampión de 1895 o las de viruela de 1889, 1896 y 1900.

En las primera décadas del siglo XX se produce una recuperación demográfica, hasta la gran epidemia de gripe de 1918-19. Nuevamente se observó un crecimiento vegetativo negativo solo detenido a partir de 1921.

Los estudios realizados por médicos e higienistas a finales del siglo XIX de la época dieron como resultado el hecho de que la mortalidad no era en Madrid mayor que en otras partes de Europa cuando se trataba de clases sociales altas, es más, incluso eran inferiores.

Por entonces el estado de salud de la población se media por varios factores que consideraban determinantes.

1) la propia biología humana.

2) el modo y condiciones de vida.

3) el medio ambiente físico

4) la organización de la Salud Pública.

Todos ellos influidos por el tipo de organización económico-social y por el grado de desarrollo científico-técnico.

    

 El modo de vida refleja las condiciones económicas, sociopolíticas y culturales de los grupos sociales. Las diferencias entre estas eran y son bien conocidas, diferentes en hábitos higiénicos, en la composición alimentaria, en la calidad de las viviendas, en la dureza del trabajo, etc.

Las causas por tanto de tamaña mortalidad no eran por tanto a causa del clima, de la topografía o de la localización de la ciudad. El problema  se encontraba en las míseras condiciones de vida en las que se veían obligados a vivir estas clases sociales de Madrid aun en situaciones no epidémicas.

  

 Los higienistas describen la insalubridad de las viviendas obreras, identificando los principales problemas sanitarios de las mismas; el acuerdo, en este sentido, suele ser bastante unánime: la humedad, la falta de luz y ventilación,…, pero es, sobre todo, el hacinamiento, el que con mayor insistencia se repite.

«Millares de individuos», nos dice Casas Batista, «se cobijan, más bien que viven, en cuartos sin más pieza que una, que así suele servir para una sola persona como para toda la familia, y a veces dos, produciéndose amontonamiento de seres, tan fatal para el cuerpo como para el alma»

«las alteraciones del ambiente por la respiración, exhalación y escreciones, el consumo del oxígeno y desprendimiento de ácido carbónico, por la combustión necesaria para la preparación del alimento, encerrada no pocas veces en la única habitación; los variados materiales empleados para mantener el fuego, la paja, el estiercol, la madera y el carbón o la leña; la acumulación de ropa sucia o húmeda, tan frecuente donde hay niños de corta edad; los vapores tan cargados de amoniaco, desprendidos al secarse estas piezas de vestir; el depósito de sustancias vegetales o animales en la misma habitación o en otra íntimamente unida; todo lo cual determina alteraciones en el aire, que actuan con variada influencia sobre la salud del que vive en estos reducidos aposentos»

Expresa Méndez Álvaro, añadiendo: «la suciedad del exterior de las casas, lo elevado de la temperatura en el estío, favoreciendo la descomposición de las sustancias orgánicas, las fugas de gas del alumbrado o el tufo del aceite, etc., hacen de cada calle un insoportable foco de corrupción»«no solamente en el interior de la casa del pobre abundan las causas de insalubridad que a la higiene toca estudiar y advertir: generalmente se halla situada en los cuarteles, distritos y barrios de las poblaciones grandes que peores condiciones higiénicas reunen; en casas que encierran y condensan las más poderosas causas de insalubridad, formando otros tantos focos de pestilencia»

 

En Madrid, los espacios urbanos más insalubres siempre se identificaron con los llamados «barrios del Sur», situados intra o extramuros de la ciudad:

Peñuelas, El Salitre, Santa María de la Cabeza, el Cristo de la Injurias, eran —en 1874— barrios destinados a pobres en los que se cumplían todas las condiciones antes aludidas de hacinamiento, limitada e inconveniente distribución de los espacios en el interior de las viviendas, escasez de infraestructuras, falta de aseo particular y urbano, etc.

La otra cara de la moneda está representada por el barrio de Argüelles, al noroeste de la capital, «destinado en su mayoría a edificios aislados, de elegante construcción, con jardines o patios exteriores», y, naturalmente, el de Salamanca, al nordeste, «con excelentes condiciones higiénicas y con una construcción tipo, bajo el punto de vista de comodidad y ventilación,…»; si bien es obligado señalar que dicha barriada «no se ha construido para las clases inferiores, sino para la clase media»

Fuente: Vivir y morir en Madrid pdf.

mury, un beso

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