El culto llamado Cargo

En los años cuarenta del siglo XX aun existían lugares en el planeta donde  grupos de seres humanos vivían inmersos en la cultura del paleolítico, ni conocían la agricultura ni la domesticación de animales, ni los metales ni por supuesto habían visto alguna vez al hombre blanco y su tecnología.

Para los antropólogos sería el maná, donde poder estudiar culturas sin contaminar por los avances de la cultura occidental, sus relaciones sociales, su economía, sus creencias, su estructura social, etc.

Pero no fueron antropólogos los que llegaron a estos lugares, mayormente islas situadas en el continente australiano, Melanesia y Micronesia, sino que los que llegaron fueron los marines useños (de USA).


En plena guerra mundial, los marines buscaban espacios donde instalar puestos de comunicación y abastecimiento en el Pacífico, que encontraron en pequeñas islas donde a lo sumo había aparecido algún que otro predicador que no había tenido ningún  éxito.

Llegaron con sus aviones y sus lanchas y se instalaron en las islas, hicieron pistas de aterrizaje, torres de vigilancia, pabellones y llevaron allí sus radios y toda la parefernalia necesaria para un  ejército, incluida la instrucción de los soldados.

El avastecimiento se realizaba a través de los aviones , el cargo de estos constaba de comida, elementos para la higiene, herramientas, repuestos y cuantas cosas fueran necesarias llegaban a través del aire.

Y ahora poniéndonos en el lugar de los autóctonos, que no habían visto nunca un avión de cerca, tal vez si lo hubieran escuchado a lo lejos, aunque no eran muchos los aviones por entonces, que no conocían los metales, ni los barcos tan grandes como para transportar tantos hombres y equipamiento.

Donde llegaban hombres de piel pálida, como los muertos, sin pelo en la cara vistiendo de un modo estraño, con unos pies grandes y negros, con unos adornos en la cabeza duro y verde, hablando un idioma extraño , realizando ejercicios extraños con unos objetos negros al hombro y hablando por un artefacto del que sale una voz.

Creo que si llegara un extraterrestre a mi casa y se presentara diciendo de donde viene no me sentiría tan extrañada como lo debían de estar estas personas.

Para congraciarse con ellos, los marines les ofrecían los productos que venía en el cargo de los aviones, leche en polvo, chocolate, gafas de sol y cualquier otro objeto que pudiera servir para tener una convivencia pacífica.

Recordemos que existen innumerables tribus que dicen deber su origen a los hombres venidos de las estrellas, demostrado en igualmente inmunerables imágenes, ritos y cultura oral pasada de padres a hijos.

Un buen día tal y como llegaron los marines se fueron; recogieron todas sus cosas las metieron en barcos y en aviones desapareciendo por mar y por aire.

Los autóctonos quedaron allí igual que antes, nada llegaba por el aire, no volaban los pájaros ruidosos, no había ningún extraño hombre blanco que les diera ningún objeto, comida, nada.

Así que decidieron que para que volvieran los hombres y los pájaros y los regalos lo mejor era llamarlos, ¿pero cómo hacerlo?.

Pues imitando lo que los marines hacían, tal vez así puedieran agradar a estos  y que volvieran.

Crearon una pista de aterrizaje, torres de control, un pájaro grande como aquellos, un aparato de radio al que gritaban, se pintaron con las insignias que llevaban y con grandes cañas de bambú imitaban la instrucción de los marines.

Pero no no volvieron, así que los siguieron esperando hasta que  los que llegaron fueron los antropólogos y se encontraron todos aquellos ritos.

Una de estas islas donde arribaron los marines fue al poblado de los Tasaday en Filipinas, a donde llego en junio de 1971 el antropólogo Manuel Elizalde, los encontró viviendo igual que en la prehistoria.

Ulrich Dopatka en su artículo “Cargo-Kulte: Vorgestern-heute-gestern”  comenta:

“Cuando los primeros etnólogos llegaron en helicóptero al pueblo de los Tasaday, en Filipinas, una anciana cayó de rodillas y se cubrió la cara. Otros nativos fijaron la vista en el celestial vehículo desde una prudente distancia. Luego del primer renuente contacto, los científicos “contrabandearon” una grabadora dentro de la cueva de una familia tasaday. Las conversaciones grabadas en la “cosa que roba la voz”, como los tasaday más tarde llamaron a la máquina, revelaron que los nativos habían estado profundizando con respecto al “Gran Pájaro”, el cual les había traído varios objetos preciosos. Los nativos razonaban que si se congraciaban con los “habitantes del Gran Pájaro” ellos podrían darles más presentes.”

El informe del Dr. K. Muller con referencia a los descubrimientos realizados por antropólogos sobre el extraño comportamiento de tribus primitivas, con una cultura de la Edad de Piedra, en Nueva Zelanda y Australia, es recogido por el Dr. Luis E. Navía en su libro “Uniere wiege steht im Cosmos”  (Nuestra cuna se encuentra en el Cosmos) y sirve para confirmar la posibilidad de que el encuentro de una cultura de estadio primitivo con otra de avanzada tecnología pudiera derivar en una nueva religión.

Esta se concretó  en John Frum de marino useño ( de USA) a dios de una tribu primitiva.

Había llegado del cielo montando un poderoso y gigantesco pájaro que al volar rugía como el trueno, proveniente de una lejana tierra llamada “USA”. Conocedor de los secretos de la Naturaleza y de la vida, el “dios Frumm” les había instruido en ciertos temas y había demostrado su “poder” curando a algunos nativos enfermos. Además, generoso como ninguno, les había obsequiado toda clase de preciosos objetos nunca vistos antes…monedas, billetes, un casco, etc. El jefe tribal recibió incluso una foto que mostraba al “dios John Frumm” vestido con su uniforme militar.

Pero un día John Frumm debió partir de regreso a su lejana patria, prometiéndoles antes a los ancianos de la tribu que retornaría a la isla de Tanna en un futuro… Sin embargo, el tiempo pasó y Frumm nunca volvió.

Años más tarde, cuando otros occidentales arribaron a Tanna fueron testigos de la veneración de todo un pueblo hacia su dios ausente. Los nativos llevaban pintadas en sus pechos y espaldas las iniciales USA, y no cesaban de rogar a los nuevos visitantes que intercedieran ante John Frumm para que regresara con ellos, pues habían renunciado ya a los “pecados” que le enojaban.

¿No os recuerda todo esto a algo, acaso no se basan los antropólogos en las costumbres de estas tribus para entender cómo actuaban los humanos en la prehistoria, no será que son verdad todas esas leyendas que cuentan que llegaron seres de las estrellas?

Yo así lo creo, ¿tu tienes algún otro argumento?

Fuente: OscarReyes

mury, un beso.

 

 

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